¿No os agobia que llegada esta época del año en todos los medios posibles (televisión, radio, facebook, twitter…etc.) nos bombardean con LA NECESIDAD de hacer dieta?
Parece que este tema de pronto se convierte en la prioridad vital número uno: las personas, si hicieran caso de esos anuncios, se verían obligadas a “ponerse a plan”, a atacar en la “operación bikini”, a buscar la mejor y más rápida dieta para perder unos kilos.
Hoy me gustaría transmitiros una idea (aunque sé que muchos y muchas, la mayoría, de hecho, lo tiene tan claro como que el sol sale cada mañana).
Pero quizá ayude a otras muchas personas que sienten que en esta época del año se las presiona para adelgazar. Parece que es “ahora o nunca”.
¿Por qué alguien se pone a dieta?
¿Para adelgazar unos kilos? ¿Para bajar el colesterol? ¿Para evitar el estreñimiento que sufre? Genial, son todas muy buenas respuestas. Pero tienen un gran PERO. Muchas de esas personas entenderán la dieta como UN PERIODO DE TIEMPO EN EL QUE COMERÁN DISTINTO PARA ARREGLAR UN PROBLEMA.
El grandísimo error de esto es el siguiente. Pongamos un ejemplo. Imagináos que cuando mi médico me da los resultados de la analítica me dice que tengo el colesterol bastante alto y que debo perder unos cinco o seis kilos. Me da una dieta, o quizá ni siquiera me la da, yo misma podré buscarme la vida: puedo encontrar una dieta genérica en internet, o incluso mejor, puedo acudir a una clínica de nutrición para que me ayuden.
Decido optar por esta idea y ahora tengo una nutricionista fabulosa.
Seguiré la dieta 3 meses, hasta mi próxima analítica.
Pasado ese tiempo regreso a la consulta de mi médico para ver los resultados y… ¡tachán! El colesterol ya está bien, y encima he bajado 5 kilos.
¿Qué sucederá al día siguiente?
Desgraciadamente en la gran mayoría de los casos, la persona que pase por algo así, volverá a sus antiguos hábitos de alimentación (esos que le llevaron a tener el colesterol alto y unos kilos de más). Seguramente si yo, la del ejemplo, volviese a mi antigua alimentación, dentro de 2 o 3 meses volvería a tener alto el colesterol y habría sumado (casi seguro) más de 5 kilos extra a mi cuerpo.
Una pena tremenda, ¿verdad?
Invertí tiempo, dinero, esfuerzo e ilusión para nada.
¿Qué debería haber sucedido tras ese periodo a dieta con una nutricionista?
Pues lo ideal para mí (y para cualquier paciente), habría sido darme cuenta de mis errores (¡que tampoco eran tantos! quizá mejorar 4 o 5 aspectos) para no repetirlos nunca más (o casi nunca más…, que todos somos humanos).
Si he aprendido pautas para comer mejor a diario y para controlarme más cuando estoy dentro y fuera de casa, tendré las herramientas más eficaces para que…
1. Mis analíticas estén bien.
2. Para que mi peso se mantenga en un margen saludable.
3. Y para que no me haga falta nunca más eso de “hacer dieta”.
Es decir, hacer dieta, debería suponer un cambio de chip, un cambio de mentalidad.
Un RE-APRENDIZAJE 🙂 Un dejar atrás los malos hábitos y cambiarlos por otros mejores. Otros que podamos practicar a diario y con los que estemos contentos.
Hacer dieta unas semanas o unos meses sin cambiar el chip solo nos traerá desilusión y mala leche.
Así que… ¿Y si cuando veas eso de la operación bikini la mandas a tomar viento? Mejor piensa en tu cuerpo como lo mejor que tienes en esta vida: un cuerpo que funciona perfectamente y al que puedes mimar con cada pequeña decisión que tomes. Tú tienes el control.
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